El martes son las elecciones en Estados Unidos. Las encuestas predicen un empate técnico. No obstante, en el mercado de apuestas, donde la gente arriesga su dinero, se desprende que Donald Trump tiene 60% de probabilidad de ganar versus 40% de Kamala Harris. El aumento reciente de las tasas de interés de mercado, y consecuente caída de los precios de los bonos, tiene que ver con la especulación de que la victoria del republicano implicaría una política fiscal expansiva (vía reducción de impuestos) que ponga presión sobre la inflación. Los mercados financieros tienden a ponerse nerviosos ante la incertidumbre que ronda una elección. Sin embargo, la historia muestra que una vez despejado esto, el mercado de valores retoma la senda ascendente. De hecho, en siete de las últimas ocho elecciones presidenciales que transcurrieron desde los 90´, el S&P 500 subió un año más tarde un promedio de +10%. La excepción fue la del año 2000, donde poco tiempo después explotó la burbuja de las “punto com”. Lo que inquieta esta vez a los mercados son dos cosas. Por un lado, la posibilidad de que se demore algunos días en conocer al vencedor, recordemos lo sucedido en el Estado de Florida en la elección del 2000 cuando tuvo que pasar más de un mes para proclamar presidente a Bush hijo. Y segundo, como digerirán la derrota los votantes del perdedor, siendo que esta campaña ha sido muy violenta, incluso con atentados a los candidatos.
Imagen: los swing states son aquellos donde la mayoría de sus votantes cambian de partido de una elección a otra, a diferencia del resto que son más estables. Quien gane ahí el próximo martes será determinante para liderar la Casa Blanca hasta enero de 2029.
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