Este cuadro (1652) que es muy conocido para muchos, se titula “Autorretrato”, y pertenece al famoso pintor Rembrandt. El arte tiene la enorme ventaja de procurar placer y belleza, pero también puede considerarse una forma de reserva de valor.
¿Por qué esta imagen?
La utilidad o rentabilidad de una inversión en arte es, no solo financiera, sino en emociones, y esta dimensión debe siempre tenerse en cuenta.
Uno de los principios básicos de la economía es que las cosas no tienen un valor intrínseco, sino el que las personas quieran darle.
¿Cuánto vale un vaso de agua? ¿Y si estamos en el desierto?
El arte es la expresión máxima de esa subjetividad, y puede llevar los precios a las nubes. Van Gogh vivió muy pobre, y hoy, los coleccionistas pagan millones por sus obras.
El mercado del arte es muy importante. Según un informe reciente del banco suizo UBS, el valor de transacciones supera los USD 65 billones de dólares anuales solo en las casas de subastas y tiendas comerciales (como referencia el PBI de Uruguay de 2022 fue USD 71 billones).
Entre Estados Unidos, China y Reino Unido se acumula el 80% de esas operaciones. Y cabe una mención especial que las compras online se han duplicado desde los niveles prepandemia y representan el 20%.
Quizá alguien piense que esto es sólo posible para grandes inversionistas, pero no es así. Todos tenemos acceso a diferentes obras de arte: pintura, escultura, música, etc.
Hoy más que nunca se considera un “activo”, que genera rentabilidad y satisfacción.
Desde el punto de vista financiero, se debe considerar con un horizonte de largo plazo, y ha mostrado ser un buen refugio contra la inflación.
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